¿Podría repetirse un escenario así en operaciones locales?
En España, el diario Expansión informó que Endesa, controlada en un 70% por Enel, decidió poner en cuarentena su mayor plan de inversión en redes eléctricas hasta que el Gobierno aclare la rentabilidad que recibirán estas infraestructuras. La eléctrica había comprometido U$10.200 millones entre 2025 y 2027, casi la mitad destinados a reforzar redes, pero la propuesta regulatoria de un retorno de 6,46% fue considerada insuficiente por la compañía, que exige al menos 7,5%.
¿Puede pasar algo similar en Chile? La respuesta es sí. Aquí, las distribuidoras como Enel Distribución, Saesa y Chilquinta ya han advertido que la tasa de rentabilidad reconocida por la Comisión Nacional de Energía (CNE) es demasiado baja y amenaza con frenar proyectos. Si una de estas empresas decidiera congelar un plan de inversión masivo en subestaciones y ampliación de redes hasta tener certezas regulatorias, el efecto sería inmediato: la transición energética quedaría en riesgo y la saturación de las redes, ya evidente en varias zonas, se agudizaría.
El dilema es idéntico al español. El Gobierno busca proteger a los consumidores evitando que un alza de rentabilidad encarezca la tarifa eléctrica, pero al mismo tiempo necesita que las distribuidoras inviertan miles de millones para hacer frente a la electromovilidad, la generación distribuida y la conexión de proyectos renovables.
El espejo europeo muestra un desenlace incómodo: si las reglas del juego no convencen a las eléctricas, pueden usar la inversión como arma de presión. En Chile, un congelamiento de ese tipo sería un golpe directo a la agenda de descarbonización y, tarde o temprano, terminaría repercutiendo en la boleta de luz de los hogares.
Las distribuidoras en Chile ya han advertido en distintas ocasiones que la rentabilidad reconocida por la CNE resulta insuficiente y que eso amenaza con frenar proyectos. Todavía no han llegado al extremo de suspender un plan histórico como en España, pero el riesgo de un bloqueo inversor está sobre la mesa y ha sido planteado por las propias compañías.
